lunes, 6 de abril de 2009

ME DOLÍA UN POCO LA CABEZA, QUE NUNCA ME DOLÍA

Me dolía un poco la cabeza, que nunca me dolía. Le dije a Jesús que quería dormir un rato y que después quería hablar seriamente con él.
Se acercó cariñosamente y me puso la mano en la frente. Sentí un alivio infinito no sólo en la cabeza, de cualquier manera le dije que quería descansar un poco.
Jesús me dijo: Bueno. Y yo me fui a acostar.
Me acosté toda vestida, me tapé los pies con una manta, regalo de mi tía abuela Carolina del Norte, pero no pude dormir.
A los veinte minutos me levanté y fui hasta el salón. Jesús seguía sentado. Le dije un poco bruscamente:
-O me cuentas la conversación que tuviste con tu padre en el balcón o no quiero verte nunca más.
Jesús preguntó: ¿El día de la tormenta?
-¡Qué! ¿Conversaste otra vez con tu padre y no me dijiste nada?
-No, no, sólo el día de la tormenta.
-¿Qué te dijo?
Jesús se levantó del sillón, comenzó a caminar, yo creo que nervioso, dando vueltas alrededor de la mesa de malaquita verde.
-¿Estás nervioso? Le pregunté.
-No, tengo miedo que te pongas nerviosa tú.
-¿Y por qué yo me tengo que poner nerviosa si el que tiene que hablar eres tú?
-Tengo miedo que no soportes o que te tomes a mal la conversación que tuve con mi padre.
-No te hagas el campeón que aquí en España somos todos campeones, así que habla.
Jesús me dijo:
-Ah sí, ya me enteré de que ganaron la Copa de Europa.
-No desvíes la conversación con cualquier excusa, a ver ¿Qué te dijo tu padre?
“-Hijo mío.
-Sí, papá.
-¿Estás contento con la utilización de tus superpoderes?
-Bueno, más o menos pero fue ella la que me pidió que destruyera la Catedral.
-Bueno una cosa es que vivas con ella y jueguen a la ronda y otra cosa es que destruyan el mundo.
Y yo, con los brazos en extensión peripatética, le dije:
-Es que no sé qué hacer, no sé qué hacer.
-Entonces, papá me dijo…”.
Y se quedó callado.
-Y ahora ¿qué te pasa? ¿Qué te dijo?
“-Hijo mío la tierra está en crisis, la desocupación avanza a pasos agigantados, los pobres se multiplican por doquier mientras que unos pocos, dueños del dinero y de la vida de los demás se jactan de ser invencibles y todopoderosos y aquí el único todopoderoso es tu padre.
-Sí, papá, sí papá.”.
Y Jesucristo se quedó en silencio nuevamente.
-Y todo el lío que armaron con la tormenta fue solo para decirte eso que está en todos los periódicos.
-Has visto que no ibas a aguantar, que te ibas a poner nerviosa. Ven, siéntate y tomemos un refresco.
Tomé un trago del refresco que milagrosamente había aparecido en la mesa y le pregunté:
-¿Qué más te dijo tu padre?
-Que utilizara mis superpoderes en lugar de para destruir el mundo, para aliviar la injusticia sobre la tierra.
Me comencé a reír de una manera exagerada.
-¡Qué! ¿Como Robin Hood o el Llanero Solitario?
-Sí, esos son los nombres que me dio mi padre. Robarle a los ricos, entorpecer sus proyectos, ayudar a los pueblos a liberarse de sus dictadores y repartir la comida y el dinero de una manera equitativa.
-No me jodas, Jesús, que me estoy mareado.
Antes de quedarme dormida, le dije:
-¿Estás loco? No me vuelvas loca a mí. Yo soy Ingeniera Jefa de una empresa muy importante, los dueños son un poco carcas pero me pagan un buen sueldo que me alcanza para vivir holgadamente.
-Pero mi padre me dijo que no hay que conformarse con el techo y la comida, que hay que luchar por la libertad, por la igualdad, por la cultura…
Y yo sorprendida, le dije:
-¡Qué! ¿Tu papá es Marx?
-No, mi papá es Dios pero Marx es uno de sus libros de cabecera.

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