miércoles, 30 de septiembre de 2009

Monólogo entre la vaca y el moribundo -I-

Basta de versitos, pibe,
me dijo la loca de Buenos Aires.

Basta de versitos, majo,
me dijo la gordita del café Gijón.

Yo me lo pensé bien más de dos horas,
después, sin ser un guapo, se podía
mentirle a la verdad, soñar de día.

Les dije
cuando quedaron juntas a mi lado,
a cada una por separado, la verdad:

SI NO QUIEREN VERSITOS,
entonces, POESÍA.

Y aquí me tenéis,
avivando giles,
dejando que un chalao
se lleve el gato al agua.

Con la pluma insensata
de las habladurías
yo contaré la historia:
Será en verso, amañada,
torpe en la encrucijada,
de tener que asegurar algo.

Una historia
que no entrará en la historia,
un porvenir que no veré surgir…

Y no es que esté cagado de miedo
o asustado que un tango
que bailé en Andalucía,
pueda matarme acaso antes del 2030,
pues si hablaba del tiempo,
un futuro cercano me inquietaba.
Después de todo esto, vaca querida,
no sé si habrá dinero para el amor
los próximos veranos.

Después, también, vi diamantes y corzas
que hacían de la luz y de volar duendes,
oscuras formas del saber entre fantasmas.
Yo lo sabía, habría de tocarme algo pequeño:
Antes de gozar había que ayudarle a crecer.
Tenía que dar la vida antes de poseerla.
Al instante de poseerla dejarla volar,
porque sin ella volando de un amor a otro amor,
enloquecida, fatal, fantasma enamorado
ningún diamante brillará sin sus labios,
ninguna corza volará sin su libertad.