sábado, 16 de mayo de 2009

Jesús no aparecía y yo no podía creer lo que pasaba.

No podía creer lo que estaba pasando. Y lo que más me sorprendía era mi incapacidad de aprender de los errores, mi madre siempre había hecho lo mismo. Yo le confesaba algún pequeño desliz infantil, y ella corría a contárselo a mi padre, que terminaba castigándome. Había vuelto a hacerlo otra vez, sólo que la metedura de pata era ahora mayúscula, porque ya no se trataba de mi padre, sino del Jefe del Psiquiátrico, el tal Velasco, que parecía no tener otra misión en la vida que internarme a toda costa.
Estaba realmente asustada, casi desesperada. Pensé: Jesús, ¿es qué no vas a venir justo cuándo más te necesito?
Y esta vez, Jesús apareció, pero no lo hizo como acostumbraba, así, de pie, frente a mí. Esta vez, no se posó en el suelo, sino que se puso a dar vueltas alrededor del psiquiatra y de mi madre, que perplejos se miraban el uno al otro. ¿Tu ves lo que yo veo Evangelina?, le preguntó el Dr. Velasco a mi madre. Creo que sí, querido, Jesús está volando alrededor nuestro.
Mi situación había cambiado de forma drástica, ahora era yo la que tenía la sartén por el mango. Ambos me miraron, y preguntaron casi al unísono. Bella ¿tu ves lo que nosotros vemos?
Yo sentí una satisfacción inconocida, y con una sonrisa algo burlona contesté: ¿Qué? Yo no veo nada.
Entonces Jesús descendió de los cielos y apareció vestido elegantemente con un traje gris, se acercó hasta el teléfono y sin marcar ningún número ( o al menos yo no pude percibir ningún movimiento de sus manos) se comunicó con el hospital psiquiátrico y le dijo al psiquiatra de guardia: Tienen aquí un caso claro de folie a deux o delirio compartido, envíen inmediatamente una ambulancia….

No hay comentarios:

Publicar un comentario