domingo, 22 de marzo de 2009

ME DESPERTÉ SORPRENDIDA DE NO HABER SOÑADO NADA

Mis sueños se estaban confundiendo de una manera peligrosa con la realidad. Mientras desayunaba pensé que a lo mejor tendría que consultar a un especialista, luego rechacé la idea por absurda.
Terminé de desayunar, me bañé, me vestí y antes de salir a la calle me miré en el espejo del salón y me vi muy bien vestida. Alguien querré conquistar esta mañana, me dije, mientras le sonreía a mi imagen en el espejo.
Parecía mentira que anoche hubiera habido una tormenta eléctrica brutal; hoy, un día templado con un sol acariciador.
Me senté en una terraza de la Gran Vía y pedí un zumo de piña.
El camarero, después de servirme, tal vez, molesto por el sol, estornudo y yo no tuve ninguna otra idea que decirle “Jesús” y Jesús apareció, se sentó en la silla enfrente de mí y como si todo fuera normal y él una persona normal, pidió un café solo.
Yo me dije para mí misma, tú tranquila, bella, que el que tiene que dar explicaciones es él.
Pensar para mí cuando estaba Jesús presente era hablar en voz alta.
Jesús me dijo:
- Es verdad, te debo una explicación.
Y luego se quedó callado. Yo tomaba mi zumo de piña y él su café. Sin hablar, pero de vez en cuando nos mirábamos.
Cuando terminé mi zumo, le dije tranquilamente.
- Yo me voy a trabajar, nos vemos luego, ¿puedes pagar?
Y sorpresa te da la vida, Jesús como un hombre normal me dijo:
- Por su puesto, nos vemos luego.

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