sábado, 28 de febrero de 2009

ESTA VEZ LO MIRÉ CON PIEDAD. BUSCAR UNA CASA, BUSCAR UNA CASA COMO SI ESO FUERA FÁCIL

Jesús me miró como extrañado y yo insistí:
-Comprar una casa hoy día es imposible y los alquileres están por las nubes.
Era la primera vez que lo hacía, Jesús se agachó un poco porque era más alto que yo y me besó la frente.
-Mi padre me dijo que en la tierra hay infinitas casas de Dios, será muy fácil encontrar una.
Yo ya me estaba poniendo muy nerviosa y le dije:
-Tú y tu padre me van a volver loca.
Caminamos en silencio varias calles. De golpe, yo me paré delante de una capilla y le dije:
-Esto es una casa de Dios.
Él me miró creo que con algo de sorna y me dijo:
-Será una casa de Dios pero es muy pequeña.
-Y qué, ¿estás seguro que quieres una casa grande de Dios?
-Sí, claro, una casa grande donde podamos movernos con libertad.
Yo no daba más, claramente estaba enamorada de ese hombre raro, pero no daba más. Paré un taxi y lo hice subir. Me costó trabajo hacerlo subir porque no quería subir. Trataba de explicarme en la puerta del taxi que con sus superpoderes podríamos llegar inmediatamente a cualquier parte.
Yo le explicaba que eso lo íbamos a dejar para después porque él todavía no conocía Madrid. Este razonamiento le pareció convincente, subimos al taxi y yo dije con voz serena:
-Por favor, a la Catedral.
Cuando bajamos del taxi Jesús exclamó:
-Esta casa sí que me gusta, esta sí que es una buena casa de Dios.
Yo lo miré de reojo y le dije.
-Sí, muy bonita pero no es nuestra.
Él hizo como que no me escuchaba y se puso a golpear la puerta de la Catedral. Apareció Rocky Varela en calzoncillos (ustedes perdonen pero esto es un sueño) y con cara de pocos amigos encaró a Jesús y le dijo:
-¿Qué quieren a esta hora?
-¿Esta es la casa de Dios?
-Sí, esta es la casa de Dios.
-Bueno, entonces nos vamos a quedar mi novia y yo unos días.
Apartó con su mano derecha al señor Rocky que se rascaba alternativamente la cabeza y los huevos sin entender lo que pasaba y que trastabilló un poco al paso raudo de Jesús.
Yo ya estaba un poco desesperada y me colgué del brazo de Jesús y le dije:
-Jesús, vamos a mi pisito.
El señor de los calzoncillos y el rascado, atinó a decir en voz muy alta:
-Pero ustedes ¿quiénes son?
-Mire, muy sencillo, yo soy Bella de día y él es Jesucristo, el hijo de Dios.
-¡Qué Jesucristo ni una mierda! Salgan los dos inmediatamente de aquí o llamo a la policía.
Jesucristo lo miró de soslayo, y le preguntó:
-¿Usted quiere que le demuestre que soy Jesucristo?
Cuando dijo esa frase yo me puse a llorar y me acordé que en el parque él ya había hecho una demostración de su poder y pensando que estábamos en la Catedral, un edificio emblemático en Madrid, besé los labios de Jesús por primera vez, tiernamente, y le dije:
-Querido, no demuestres nada, no demuestres nada.
Y estaba a punto de apaciguarlo cuando el señor de los calzoncillos y el rascado, mirándome con desprecio:
-Y tú, putita, llévate a este pordiosero de una vez.
Que me dijera putita después de dos meses que no tenía relaciones sexuales con este asunto de la Comunidad y la escritura, me enfureció. Miré a Jesús con severidad y le dije:
-Demuéstrale todo tu poder.
Jesucristo antes de ponerse a bailar en árabe o andaluz me tomó de un brazo y me alejó de la catedral unos 50 metros.
El hombre de los calzoncillos y el rascado seguía en la puerta de la Catedral en calzoncillos y rascándose sin entender.
Jesús, antes de mover las manos y demostrar su poder, me preguntó:
-¿Estás segura?
-Claro, claro que estoy segura, me llamó puta, me llamó puta, me llamó puta.
Jesucristo movió sus manos como bailando y la Catedral se desmoronó sobre el hombre que seguía en calzoncillos y rascándose sin entender.
- Tu padre no estará contento has destruido una de sus casas.
-Mi padre estará contento porque he hecho desaparecer al primer Satanás, y casas de Dios hay muchas.

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