Fui lo que se dice un buen fenicio, en todo.
No era navegar por navegar, mi oficio,
mi oficio era tenderme entre los puertos.
Rosa perdida de perfumes rotos,
color de soledad, dejaba en cada puerto,
un infinito brote de locura.
No estoy perdido de amores sino de tedio:
ya nadie corre por los peldaños de mi mente como tú,
ya nadie abre su fuente con alegría y deseo para mí.
Yo ya no veo tus ojos en lo profundo de mis manos.
Navegar por navegar no es mi oficio,
arrancar trozos de la nada y unirlos en conjuro,
ese es mi oficio silencioso y tenaz, como de versos,
mi oficio no se puede aprender, no sabe, es ciego.
Miguel Oscar Menassa
De "Poemas y cartas a mi amante loca joven poeta psicoanalista"
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