lunes, 2 de febrero de 2009

AL SUPER ENTRÉ CON UNA ACTITUD QUE NO ME ERA PROPIA…

Al supermercado entré con una actitud que no me era propia. Me di cuenta por el modo de mirarme y decirme, de los dependientes del supermercado y de algunas vecinas.
- ¿Qué le pasa hoy, Bella?
- ¿Hoy no ha llegado el día para ti, pequeña?
- ¿Quién se ha llevado la sonrisa de la bella?
- ¿Mal de amores, señorita?
Esta última frase hizo en mí un impacto de herida, de sol, de belleza, y pronuncié en voz alta:
- Ese joven de 33 años tan parecido a Jesucristo es un hombre, es un hombre, es un hombre, por lo tanto marica como todos los hombres.
Y ahí, extendí mi brazo derecho como si fuera a volar y, señalando la puerta del supermercado, apareció Jesús, ese joven de 33 años tan parecido a Jesucristo, llorando, suplicando a los gritos que no le abandonara. Y el degenerado, tanto me necesitaba que me mintió:
- “Para vivir contigo, querida, soy capaz de ir a trabajar”.
Yo me abrazaba llorando a ese hombre iluminado y le decía:
- No es para tanto, Jesús, no es para tanto.
Me desperté al ruido del despertador sin angustia.

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